Hoy es viernes. Estoy de muy buen humor, en la oficina y pensando que en unas horas tengo cena con mis hermanos, incluido el viajero al que a penas vemos dos o tres veces al año. Ando todo contento ajeno al triple ataque de “discapacidad” que me va a dar en breves momentos.
Primera crisis: Provocada por una Newsletter no accesible.
Consulto el correo relajadamente, y de pronto recibo una interesante Newsletter de un portal sobre Marketing al que estoy suscrito. El asunto es “Jornada de Publicidad social y Marketing con causa”.
Hummm..., por fin unas charlillas sobre marketing que vayan más allá de lo digital, del big data o del neuromarketing, pienso. No es que estos temas no me interesen o que me parezcan de poca importancia. Qué va. Lo que ocurre es que todo el mundo habla de ellos y al final uno baja su nivel de atención, esperando tal vez información sobre otros lados del poliedro del marketing que son igualmente importantes.
Le doy al enter para abrir el correo de tan interesante jornada sobre publicidad y marketing sociales. ¡Sorpresa! (bueno, no tanto). Lo que me encuentro no mola mucho. Empiezo a reconocer los síntomas de la primera crisis de discapacidad de la tarde.
Si no ves, una imagen sólo es silencio.
El mensaje de correo en HTML está compuesto sólo de imágenes. O lo que es lo mismo: mi lector de pantalla y el de millones de personas con dificultades de visión en todo el mundo no es capaz de decir cuándo ni dónde es esa jornada, ni quien la imparte ni nada de nada porque el texto que lo indica estará en formato imagen (y digo estará porque no tengo forma de saberlo sin molestar a mis compañeros). De pronto mi interés se mezcla con una creciente y conocida sensación de impotencia. Estoy ya en plena crisis, ahora sí totalmente discapacitado por efecto de alguien que ha decidido hacer que el texto sea imagen y que además no ha etiquetado esas imágenes con texto alternativo (atributo ALt en HTML).
Por si acaso el texto se me ha escapado a mí, me muevo buscando por todo el mensaje con las flechas arriba y abajo (línea a línea ya que el diseño no tiene encabezados por los que moverme de modo más rápido). ¡Alto! Un hilillo de esperanza. Hay un texto. Leo: “ Si no puede visualizar el contenido de este email, puede visualizarlo vía web”.
Imágenes sin ALT y formularios sin etiquetar.
Esperanzado entro en el enlace pero la página a la que me lleva es exactamente igual. Todos los textos son imágenes inaccesibles a mi lector de pantalla… Vuelvo al mensaje y reinicio la operación desde arriba hacia abajo para peinar de nuevo línea a línea el mensaje. Invierto algo más de 3 minutos en escuchar 23 veces “Haga clic aquí con el botón secundario del mouse para descargar imágenes. Para ayudarle a proteger su confidencialidad, Outlook ha impedido la descarga automática de esta imagen desde Internet.” Finalmente llego al último texto. Dice así: Si no desea recibir más comunicaciones por parte nuestra por favor pulse en este enlace para darse de baja
Una invitación muy tentadora. Me lo pienso. Con el cursor sobre el enlace de baja rememoro con emoción algunos formularios que me han hecho perder muchas horas a lo largo de mi vida para finalmente no poder cumplimentarlos ya que no eran accesibles y decido pulsar escape y luego suprimir. Así envío el correo a la basura . Le agradezco a mi teclado que no proteste la contundencia de mis gestos. Y de esta manera supero la primera de mis crisis de discapacidad de la tarde, prometiéndome a mí mismo que haré un post con un resumen de cómo hacer accesibles páginas Web y newsletters.
Me acuerdo de que hace tan solo cinco minutos estaba de muy buen humor. Apunto en mi lista de tareas también preguntarle a la portera de Internet (Google) qué sabe de “marketing con causa” y decido escribir la entrada del blog que estás leyendo.
La segunda crisis: Culpable una máquina muy terca.
Para aclararme las ideas antes de escribir me voy a tomar un cafelillo y como la máquina vending está pensada sólo para los que ven, no consigo quitar el azúcar y el artefacto se sale con la suya: me tomo un jarabe de café bastante repulsivo. Mientras trato de digerir esta segunda crisis de discapacidad de la tarde, reflexiono sobre lo especialmente necesario que es que todo lo que sea digital cumpla con los criterios de diseño para todos.
Pienso en aplicaciones de móvil, en cualquier software, en aplicaciones Web, en mi televisor, en la Vitro de casa de mi madre, en la última versión de la Termomix (que me cuentan desde Calícrates que sólo tiene menús táctiles no accesibles), en la máquina vending que zumba a mi lado… Y concluyo una vez más que la accesibilidad universal y el diseño para todos son asignaturas pendientes para la mayoría de los programadores, diseñadores e ingenieros del mundo.
De vuelta a mí mesa, doy gracias a que no tengo problemas de azúcar (más allá de que el café dulce me da bastante asquito,) trato de concluir este post y me apunto varios temas sobre accesibilidad y tecnología a tratar en el blog. Después salgo a la calle y comienza el fin de semana.
Tercera crisis: En un cajero automático.
Aún con el pertinaz regusto dulzón del jarabe de café me encuentro con uno de mis hermanos y nos vamos a sacar dinero a un cajero que, por supuesto, tampoco es accesible para los que no vemos. Tercera crisis de la tarde. ¡Hoy me tienen discapacitado perdido!,¡¡”, pienso. Y volviéndome a reponer por tercera vez, le suelto a mi hermano: “Tienes dos alternativas: o me invitas a la cena, o me ayudas a sacar dinero”.
“Un buen diseño capacita, un mal diseño discapacita”.
Mientras mi hermano teclea en el cajero mi número “secreto” me coloco a su lado y le pregunto: ¿”Y no sabrás tú donde son las jornadas esas de marketing con causa”? Mi hermano no contesta. Otra vez que le he hablado al oído por el que no oye. Sonrío por mi olvido y me acuerdo de que la discapacidad no existe en la persona en sí, que se genera cuando una persona con necesidades funcionales diferentes a las de la mayoría se relaciona con un entorno que no está pensado para ella. El entorno debe cambiar y adaptarse a todas las personas para no ofrecer barreras de accesibilidad, debe estar diseñado para capacitar, no para discapacitar.
Así que me cambio al oído bueno y le digo: “Eh, trae para acá que el dinero es mío”.
Gracias por leer y compartir, por pensar e incluir. Y recuerda: en tus manos está que las personas con diversidad funcional no tengamos este tipo de “ataques de discapacidad”, piensa en todos cuando diseñes, programes o te sumerjas en la maravillosa tarea de crear para otros.
¡Hasta la próxima! Luis.